Mientras la policía sectaria y racista de Pekín busca a extranjeros dando caladas a porros los controladores aéreos se quedan dormidos. Y a éstos no hay quien les haga orinar dentro de un bote de plástico, ni con la puerta del aseo abierta ni cerrada. Ocurrió hace una semana en Wuhan aunque hasta ayer no vio la luz la noticia que dice que un avión de China Eastern estuvo un cuarto de hora sobrevolando la ciudad ya que no recibían respuesta alguna a sus reiteradas peticiones de aterrizaje de unos controladores –no especifica cuántos; que la coña sería que hubieran sido seis los que cayeron a la vez roque– que cuando despertaron recuperaron la conexión evitando la tragedia. Los internautas chinos braman poniendo el dedo en la llaga: falta de seguridad aérea, cansancio, falta de profesionalidad, explotación laboral. Sea como fuere no es muy común que acontezcan este tipo de hechos que si no son corregidos suelen desembocar en catástrofe.
En mis años en China me llamaron la atención muchas cosas, pero dos que tienen que ver con este asunto las saco ahora a la luz: la estúpida leyenda que dice que el chino trabaja más que el resto de las nacionalidades, cuando muchas veces es exactamente lo contrario; y las negligencias continuas y desproporcionadas en materia de seguridad: alimenticia, vial, en el mundo de las obras y construcciones, médicas, y ahora ordenando el tráfico aéreo.
Las cosas se podrán sacar de quicio y podremos manipular titulares así como exprimir errores. Pero no es de recibo que los controladores aéreos del aeropuerto internacional de Wuhan se quedaran dormidos por espacio de quince minutos. Siempre he dicho –los curiosos que revisen mis textos– que para ganar una guerra a China no hay ni que tirar bombas atómicas ni ser los más sobresalientes en estrategia. Porque para ganarles una guerra a los chinos –guerra que llegará más pronto que tarde– sólo habrá que dejarles tres días sin dormir.
Una de la tarde en cualquier oficina, negocio, fábrica, taxi, hospital o lo que ustedes consideren de cualquier ciudad china: una mayoría se da una cabezadita: contra el volante, sobre la mesa, echados sobre unos cartones, apoyando las piernas en la camilla que luego se utiliza para transportar a enfermos. Luego que nadie se sorprenda si los controladores aéreos también se echan sus siestecitas correspondientes.